Sigo con el mismo iPhone de 2018 en 2025 y te van a sorprender las razones

A pesar de que el avance tecnológico es inevitable –y más si hablamos de teléfonos–, yo soy el primero que me abandero de todos los cambios que llegan. Sin embargo, de cara a lo que es mi día a día, quizás soy un poco más conservador. De hecho, siempre que lo cuento, mucha gente me mira con cara de asombro cuando digo que tengo el mismo iPhone que compré en 2018. ¿Debería ser obvio, no? Lo cierto es que sigo usando mi preciado iPhone XR en pleno 2025, y hoy te cuento los por qué.
Aunque los avances tecnológicos me flipan, me conozco a mi mismo. Y si en algo necesito estabilidad, es a la hora de manejar mis dispositivos. Tras siete años manejando lo mismo, conozco a la perfección todos sus fallos, por lo que ahorro tiempo a la hora de solucionar todo lo que le pueda pasar a mi iPhone XR. Por la misma regla de tres sigo usando un iPad mini 2 del 2013 y un MacBook Pro del 2017.
Todos tienen algo en común: siguen funcionando para los usos que les doy. Y después de haber pagado indecentes cantidades de dinero por ellos tengo muy claro que sólo voy a cambiar de iPhone cuando tenga que pegarle la pantalla con celo. Sí, hice eso en mi antiguo iPhone 5S.
Dinero
Más claro, agua. La principal razón por la que sigo con el mismo móvil de hace siete años es por cuestión económica. Pero no porque no pueda permitirme un teléfono más actualizado, sino porque desde el minuto uno tuve claro que lo iba a amortizar en todo lo que pudiera.
En estos siete años ha sido mi herramienta fundamental en mi día a día, tanto en lo personal, como en mi trabajo. Y va a seguir siéndolo mientras pueda –aunque para mi tristeza y mi bolsillo, le queda poco–.
Lo que necesito
He jugado conmigo a mismo al «¿qué prefieres?». ¿Prefiero la última cámara o manejar a la perfección las herramientas que ya conozco? ¿Prefiero el último procesador o disfrutar de un sistema operativo adaptado a mi teléfono? Y así, un largo etcétera. Del mismo modo que los perros se parecen a sus dueños, los móviles también.
No necesito disfrutar de lo último de lo último cuando aprovecho todo lo que Apple me ha puesto en la mano. De hecho, les estoy haciendo caso. Para mi, el verdadero de cambio se produce cuando ya hay suficientes alicientes para avanzar. ¿Mientras? ¡Que me dure el baile todo lo que pueda! Y si los buenos de Cupertino siguen actualizando el sistema con nuevas funciones, ¿qué mejor?
Sostenibilidad
Como periodista especializado en cambio climático –entre muchas otras cosas– tengo una cosa que se llama consciencia: no me da la gana generar más residuos electrónicos de los que ya existen. Y sé que la retórica sostenible está muy bien, pero si no la pongo en práctica, ¿de qué me sirve entonces ganar dinero por escribir diciendo que hay que cuidar el planeta?
Simple y llanamente, hasta el momento no he necesitado más. Se trata de un producto prácticamente perfecto: Apple ha hecho bien su trabajo. Y sé que cuando lo tenga que dejar de usar, me servirá como reproductor de música o consola de videojuegos portátil.
El adiós
Eso sí, aunque todo empieza, todo termina. Mi iPhone XR ya ha sufrido un cambio de batería. Y ahora, por si fuera poco, el puerto Lightning ya sólo está de adorno y tengo que cargarlo inalámbricamente.
Me compraré un iPhone 16 Plus, ya que en términos de reparaciones ya no me saldrá a cuenta. También, porque necesito más pantalla y los altavoces a penas se escuchan. Y Apple Intelligence. Eso no me lo quiero perder. Si no fuera por estos detalles –sobre todo el de la reparación–, lo seguiría usando tan intensamente. Y es que luego pienso en todo lo que hemos vivido juntos: siete mudanzas, dos países, dos relaciones sentimentales, una pandemia, quince trabajos… ¡Son tantas cosas!